Tragedia en El Teniente en Chile: ¿ falló la tecnología o el sistema?
La brecha entre la tecnología y la vida de los trabajadores mineros

El derrumbe fatal del
31 de julio de 2025 en la mina El Teniente de Chile, que cobró la vida de seis
trabajadores, invita a una profunda reflexión sobre las causas sísmicas y
humanas de estos accidentes, la brecha entre avances tecnológicos y realidades
operativas, las posibles soluciones sistémicas, y los paralelos con la minería
en Perú y Bolivia, donde se perpetúa un ciclo de riesgo y pérdida humana.
La tarde del 31 de
julio de 2025, a las 17:34 horas, un sismo de magnitud 4,2 en la escala de
Richter, con epicentro a 37 kilómetros al noreste de Rancagua, desató un
derrumbe en el sector Andesita de la mina El Teniente, operada por Codelco, la
mayor productora de cobre del mundo.
En este yacimiento
subterráneo, ubicado a unos 900 metros de profundidad, un desprendimiento de
rocas aplastó a seis mineros contratistas.
El accidente no fue
un hecho aislado, sino la máxima expresión de una serie de incidentes previos
ocultos o minimizados, como revelan testimonios de trabajadores que describen
un sistema que prioriza la producción sobre la prevención.
Las pérdidas económicas para Codelco se estiman en hasta USD 300 millones, con daños en 3.700 metros de túneles, pero el costo humano es incalculable, familias destrozadas y una industria que, una vez más, se enfrenta a su propia fragilidad.
Las causas profundas:
Más allá del sismo inevitable
El origen inmediato
del derrumbe fue el sismo, un evento natural en una zona compleja como los
Andes chilenos, donde la tectónica de placas genera constantes tensiones
geotérmicas. Sin embargo, profundizando en la reflexión, emergen factores
humanos y estructurales que amplificaron el desastre.
Investigaciones
iniciales apuntan a fallas en el soporte de túneles, posiblemente agravadas por
vibraciones acumuladas de operaciones mineras previas, y a la falta de
evacuación inmediata pese a alertas sísmicas.
Testimonios internos
revelan accidentes ocultos en meses anteriores, como desprendimientos menores
no reportados, que sugieren una cultura de subregistro para evitar paros
productivos.
En esencia, el sismo
fue el detonante, pero la verdadera causa radica en una combinación de geología
implacable y decisiones operativas que priorizan la extracción de cobre
-crucial para la transición energética global- sobre la integridad de las
infraestructuras.
Esta tragedia nos motiva a realizar la pregunta: ¿es el ser humano, en su afán por dominar la tierra, quien invita al caos natural, o es la naturaleza quien recuerda los límites de la ambición?
La paradoja
tecnológica: ¿Por qué persisten los accidentes en la era de la innovación?
A pesar de avances
como la automatización, sensores inteligentes para monitoreo en tiempo real,
sistemas de alerta de proximidad y la inteligencia artificial para predecir
riesgos, los accidentes continúan.
En El Teniente,
Codelco ha invertido en robots para exploración y teleoperación, pero el sector
Andesita, donde ocurrió el derrumbe, aún depende en gran medida de mano de obra
humana, especialmente contratistas con menor capacitación.
La reflexión profunda
aquí radica en la brecha entre potencial tecnológico y su implementación:
factores económicos como la presión por costos bajos llevan a subcontrataciones
precarias, donde trabajadores enfrentan condiciones extremas sin el blindaje de
la innovación.
Además, la tecnología
no elimina riesgos inherentes como sismos impredecibles, y con frecuencia se ve
limitada por infraestructuras antiguas -El Teniente data de 1905- que no se
actualizan al ritmo de los avances.
Globalmente, esto
refleja un dilema ético del capitalismo extractivo: la tecnología salva vidas
solo si se prioriza sobre la producción, pero en un mundo donde el cobre
alimenta baterías eléctricas y economías nacionales, la seguridad se convierte
en un lujo negociable.
En Chile, con su liderazgo minero, esta paradoja es aún más dolorosa: ¿por qué un país que exporta innovación sufre pérdidas que evocan épocas pasadas?
Soluciones viables:
Hacia una minería humana y sostenible
Para romper este
ciclo, se requiere un enfoque holístico que integre tecnología, regulación y
ética.
Primero, acelerar la
automatización total en zonas de alto riesgo, como propone Codelco
post-accidente, con robots y vehículos autónomos que eliminen la presencia
humana en frentes sísmicos.
Segundo, invertir en
monitoreo geotécnico avanzado, como redes de sensores sísmicos conectados a IA
para evacuaciones predictivas, y en capacitación obligatoria para contratistas,
con énfasis en simulaciones virtuales.
Tercero, reformar
regulaciones: Chile podría adoptar estándares internacionales más estrictos,
con auditorías independientes y sanciones por subregistro, fomentando una
cultura de "cero tolerancia" a riesgos.
A nivel sistémico,
involucrar sindicatos en decisiones operativas y destinar parte de las
ganancias mineras a fondos de seguridad preventiva. Profundamente, esto implica
un cambio paradigmático: ver la minería no como extracción sin conciencia, sino
como pacto con la tierra, donde la tecnología sirva al bien común.
Imaginar un futuro
donde drones con IA mapeen minas en tiempo real y wearables detecten fatiga
humana podría salvar vidas, pero solo si se aborda la desigualdad: los mineros
no son recursos, sino guardianes de un legado subterráneo.
Paralelismos con Perú
y Bolivia: Un espejo andino de vulnerabilidades compartidas
La tragedia de El
Teniente resuena en la minería andina, donde Perú y Bolivia enfrentan dilemas
similares, pero con matices de precariedad mayor.
En Perú, el 2024
registró solo 14 accidentes mortales, la cifra más baja histórica, gracias a
regulaciones fortalecidas y monitoreo por entidades como Osinergmin, que
reporta desprendimientos de rocas como causa principal en 50% de casos.
Perú avanza con
sensores y entrenamiento, pero la minería informal amplifica fatalidades,
recordando que avances tecnológicos benefician solo a grandes operaciones, dejando
a pequeños mineros expuestos a derrumbes sísmicos similares.
En Bolivia, la
situación es más compleja: en 2025, ya suman 80 muertes, muchas en cooperativas
artesanales con normativa obsoleta y falta de tecnología.
Comparativamente,
Chile con Codelco invirtiendo en seguridad, representa un avance significativo,
pero aún falla por presiones productivas; Perú está en transición, reduciendo
índices mediante datos y prevención; Bolivia encarna el mayor desafío.
La reflexión profunda
nos urge a un pacto regional: compartir tecnologías como sensores predictivos y
regulaciones unificadas para que tragedias como El Teniente no sean ecos
inevitables, sino lecciones transformadoras.
Solo así, la minería
se convertirá en puente hacia un futuro sostenible, donde el progreso vendrá en
un avance paralelo en toneladas extraídas y la satisfacción de la preservación
de vidas humanas.